sábado, 22 de marzo de 2008

Mujer 1 dixit...

Este es un monólogo de una obra que escribí en 2005; es curioso cómo me identificaba tanto con lo que había escrito, ahora son otras las cosas que se mueven; el humano es un ser que se transforma; en todo caso ahí están estás palabras, que fueron interpretadas a cabalidad, sangre y mente por Claudia Mori, en el montaje que hicimos en Yuyachkani, por esas fechas también.


MUJER 1:
"Totalmente cierto, es más fácil regodearse en el dolor y revolcarse en la mierda que dar la cara, pero qué pasa con los que nacimos con el alma ya hecha añicos, con los que tenemos sobre los ojos una pátina que todo lo desfigura y lo deforma. No me alcanza el lenguaje, no me caben las palabras exactas para describirte cómo me siento, todo se me adormece, todo en mi interior se va muriendo. Hay miles de desiertos y de estepas que habitan mi garganta, mis ganglios. Hay un ruido, una barahúnda infernal que zumba y zumba en mi cabeza, no me deja un momento de alivio y me recuerda que no soy capaz de hacerme una vida verdadera.
Hace unos años todos me decían que era una lumbrera, una promesa, qué de cosas increíbles nos podemos esperar de esta chica, decían; pero pasó el tiempo y yo ya no sabía si escribía para mí o para gustarles a ellos, cuando la promesa tenía que convertirse en una realidad, publiqué, nadie entendió lo que quise decir, nadie supo comprender que había detrás de las palabras, su real significado, el lenguaje me ha traicionado y yo lo he traicionado a él, hubo quien se avergonzó de mí, quien me dejó; me abandonaron, ya no me miraron más a los ojos, puras sonrisas tirantes que les deformaban el rostro, qué hipócrita es el mundo, qué hipócrita soy yo.
Hay luces que alumbran siempre, hay otras que se apagan y no vuelven a encenderse. Yo, tal como ves, vivo siempre a oscuras. Extraño el vivir sin que me asalte nada. Cada palabra, cada sonido que sale de mi boca no tiene sentido alguno, ya perdí los orígenes de mis propios discursos, mis ideas pierden su integridad ante mi misma cada cinco minutos. Hay una compulsión de frases que se dispara en mi cerebro, frases que delatan mi cobardía, mi debilidad, mi desequilibrio; y no puedo sujetarme de mi escritura porque se ha convertido en un “charco depurativo” en una “siberia de trapos sucios”, que me acompaña siempre es cierto, pero es artera como yo. (Pega un grito.) Agg, ya, ya. Bla, bla, bla, bla, bla, bla, agggg, ya que se acabe."