viernes, 30 de enero de 2009
Fiebre de Macorina
Cuando Chavela llega en mi fiebre, me dice le ponga la mano en la cintura, yo accedo porque sus ojos me encarcelan en las olas de sus palabras y su cuerpo. Ella me describe, me habla de frutas maduras, de los olores de mi piel y sus recovecos; creo que ella está enamorada de mí, yo nunca he sido de ninguna mujer, me da nervios nomás pensar en unos labios suaves frotándose contra los míos, pero Chavela tiene ese demonio metido en la garganta, que no me deja respirar cuando principia su canto; Chavela, cállate, no quiero que abras la boca, pero a ella le salen trinos, le sale humo de leña, le salen cascos de caballos, jazmines de noche y especialmente una materia gaseosa, enrarecida, que me intoxica el alma, creo que es la suya, que se me quiere meter en el cuerpo para convencerlo de que se entregue; Chavela, yo te tengo miedo... ella me susurra como gata, me ronronea para que me calme, pero la fiebre ya sobrepasa mis límites, tu aliento quema, Chavela, quítate, sálvame. Finalmente, cuando en mis ojos entrecerrados y sedientos se reflejan las bolas de fuego que se desprenden de la pared, ella recién comete sus labores de enfermera.
martes, 20 de enero de 2009
Cancioncitas del recuerdo
Aquí en la casona rosada, aprovecho la ausencia de Albericoque, mientras huelo el mar y a Cobain, que está un poco sucio (mi gran danés), escucho la música que me da la gana, a todo volúmen, es que Albericoque tolera máximo media hora de esta sección en particular, de mi gusto musical, aquí una muestrita pra compartir.
Mientras la miss se maquillaba con sus amiguita de los trece.
Mientras la miss se maquillaba con sus amiguita de los trece.
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