lunes, 13 de octubre de 2008

No Toro No Cry


Una vez más incomodé a alguien que me invitó a comer en su casa, incomodo porque no como carne roja y las personas a veces no pueden entenderlo. Ah ya, vas a comer la ensalada y el arroz, ¿pero no la presa? No señora, gracias. Te echo un poco de juguito entonces. No señora, por favor, el juguito es lo mismo. Ah, ya, ¿y por qué, ah? Entonces una vez más les cuento por qué no.


Érase un noche del 2004, ya no recuerdo el mes ni mucho menos el día; en medio de las sábanas estoy yo, con el cuerpo escarchado por el sudor, abrí los ojos, me topé con la oscuridad de la madrugada. Hora: 3 con 3 minutos. Recordé, mientras me sujetaba la cabeza, que mi amiga cusqueña Claudia, me contó que esa era la hora de las ánimas y la hora en que los sueños tienen los mayores significados. Las imágenes se repetían, regresaban convulsivas. Lo que yo acababa de soñar era tan vívido que mi corazón latía fuerte y rápido por la impresión, sin mediar palabra alguna, sin que venga hasta mí ningún pensamiento, lloré, y con el llanto vino la certeza de una decisión: Nunca más en mi vida volvería a comer carne de vaca (o de toro).


Cada paso que daba levantaba el polvo tierroso que estaba asentado en el piso, había un olor de basura húmeda en el ambiente, recuerdo clarito que así olían las calles cuando me llevaban al centro de Lima en los ochentas (aunque algunas aún guardan ese hedor, como si se hubiera enquistado en el cemento), llegamos a la plaza de Acho, afuera vendía todo el mundo jugo de naranja; me acerqué a uno de los puestos y me quedé simplemente hipnotizada por el aparato que pelaba las naranjas y hacía que las cáscaras fueran cintas que se enroscaban hasta el infinito. Olor a naranja y a basura mojada; los baldes vacíos de pintura eran el tacho de desperdicios improvisado en todos los puestos, yo quería coger las cáscaras enrolladas, pero me parecían tan hermosas, que se me hacían inalcanzables. En el instante en que mi mano se decidía a tocar un rulo anaranjado, me vi transportada hasta el coso mismo, pero la plaza de Acho era como una ciudadela en sí; habían incluso montículos de tierra y de divisaban casas lejanas, era pues un pueblo de polvo tierroso, el sol era fuerte, e intuí que no debía ser vista.

Oeeeee, oeeeee, gritaban unos muchachos con ronchas en las piernas, se acercaban hasta mí, cómo me han visto, me preguntaba; pero no era a mí a quien buscaban, pasaron cerca a mi escondite, eran como 7, todos con la ropa muy sucia, con el cuerpo asaltado por las picaduras de las alimañas, todos con los ojos inyectados de pobreza y violencia. Me miré la parte posterior del cuerpo, yo no pertenecía ahí, no debía ser descubierta.

Tuuuuuuuuuu, Tuuuuuuuuuuuu, Tuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu, era el sonido grave y sostenido que parecía llamarme, el gran barco partía; pues señores, la Plaza de Acho no era sólo una ciudadela, era un trasatlántico, nos estábamos moviendo, adónde iríamos, no lo sé, ni lo supe jamás. Por alguna razón eso no me preocupó, pues ante el movimiento del gran armatoste que guardaba una ciudad de sol intenso y polvo tierroso dentro de su enorme magnitud, pude ver un pedazo de cielo y mar, nunca azul más denso y más luminoso habían visto mis ojos, los colores se difuminaban entre sí cual cuadro impresionista, la luz caía tan generosa sobre el agua, se veía tan caliente y fresco a la vez, tuve la sensación de que hacia ese punto del mar nos íbamos a dirigir.

Mas una punzada en el pecho me hizo voltear hacia el lado opuesto.

Quise gritar, pero no podía, me iba a descubrir ante el horror que estaba a punto de presenciar.

Había en el terral un ambiente techado, ahí estaba un hombre, un moreno alto y macizo; tenía un pantalón verde olivo y traía el torso descubierto, recuerdo tan claro aún, el movimiento de los músculos de su espalda, las sombras se paseaban en su cuerpo. El moreno volteó, espero nunca encontrarme con ese rostro en la realidad; su cara estaba tranquila, pero sus ojos, ay, tenían un destello mortecino y fatal. Algo malo iba a suceder.

Un toro, de pelaje negro negro, tanto que parecía azul, respiraba dejando que el aire hinche su tórax. Yo ví el toro, y sentí que lo conocía, como si fuera mi Platero, como si fuera un compañero que mi mente ya no recordaba. El animal era gigantesco e impresionante, de esos toros de lidia que por su simetría y su pureza eran designados como sementales, para que la prole tenga la majestuosidad del padre.

El hombre, que también estaba descalzo, remangó la basta de su pantalón, sus piernas un poco separadas me hicieron recordar la estampa de los negros pregoneros de las acuarelas de Pancho Fierro: aguaterito malo, yerberito desgraciado, lechero maldito.

De su cinto, el infeliz sacó un garrote y con la fuerza de sus entrañas corruptas, golpeó al toro; toma toro, toma. El toro mantenía su entereza, pero de alguna forma sus pensamientos estaban conectados con los míos, mira me decía, mira lo que este hombre me hace. El verdugo descargó su fuerza contra el cuerpo del animal, mas no contento con eso, lo sujetó de patas y cabeza y lo izó, por medio de unas cuerdas, levantó al animal hasta la punta de un palo alto que había ahí, luego el moreno con presteza trepó hasta donde estaba el toro magullado, sacó un puñal de su cinto y empezó a atravesar la carne del animal. El toro no mugía, no lanzaba queja alguna, pero unas lágrimas de cristal empezaron a caerle de los ojos, yo podía sentir su dolor, pero mi cobardía me retenía en mi escondite; la voz del toro replicaba en mi mente: Ayúdame, Julita, ayúdame. No puedo, no podía hacerlo, el hombre me iba a matar también.

Por la mano del asesino corría la sangre de su víctima, quería gritar, quería correr, pero me quedé ahí, siendo testigo del asesinato de mi toro; él me decía, por qué no me ayudas; yo le pedía perdón, no podía contener las lágrimas, sentía la impotencia propia y la del animal ahogándose en mi garganta. Finalmente el toro posó sus ojos en mí, y me reclamó con su último aliento: por qué me has abandonado.

La culpa y la pena por esas palabras se metieron tan profundamente en mí, que me desperté por la angustia. Luego el sudor del cuerpo, luego la hora, luego las lágrimas me trajeron la decisión de no traicionar nunca más al toro. Mi boca no volvería a contener su sangre ni su carne.


A las personas que me invitan a cenar no les cuento mi sueño, les digo simplemente que estoy en contra de las formas en como criamos a los animales que comemos, o que simplemente no me gusta la carne.

No puedo escribir más, lo siento, debo abandonar este recuerdo.

Concolón a las seis horas: Bueno, no como carne desde entonces, trato de que la única que consuma sea la de pescado, a veces cuando estoy en la vorágine del trabajo, como pollo. Toro no, nada que ande en cuatro patas, mis amigos me dicen que soy una persona muy impresionable; pero nunca he tenido un sueño que haya conducido de esa forma una parte de mi comportamiento, pero los ojos de ese toro no me permiten volver a traicionarlo. Sí, ese sueño me impresionó.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

yo me quedaría impresionada también si soñara eso, si por leerlo nomás ya no me provoca el bistec.

Anónimo dijo...

Pucha, yo que te quería invitar una parrillada, bueno, te haré pescadito. Fuera de bromas, me ha tocado mucho tu escrito, te quiero.

Juan Pablo Bustamante dijo...

no como verduras porque no me gusta el sabor
ni frutas

ahora, ¿qué como?

Miss Julia dijo...

peque p-q, un secreto gustito surge en mí si me dices q ya no te provoca el bistec; a ver hasta cuándo te dura la impresión.

Amiga loca, no seas tan loca para invitarme parrillada pues, yo también te quiero, aunque no me das pistas de quién eres.

Ayy, poeta, me rompes el coraçao, o tu mamá te ha engreído mucho o es que todavía no has descubierto la suculencia de las verduras y las frutas; si no te provoca comerlas solas, colócalas sobre la piel de alguien, a ver si combinadas con ESA carne te saben más sabrosas.

El Minotauro dijo...

Hola Julia, me gustaron tus consejos para el insomnio, voy a comezar con los ejercicios a ver que pasa. Lo del limon si me suena al mas alla pero igual habra que probar.

Miss Julia dijo...

Minotauro, veo que caes por estos lares debido al imsomnio de la Lindi; un abrazo, y en serio, el limón funciona, aunque no sé si para dormir, pero al menos es un buen ente para descargar tensiones; nos leemos, un abrazo.

Anónimo dijo...

Señorita, me vuelve loco que ud sea oyente de los smiths, aunque creo que no me haría caso pues soy carnívoro y sangriento.

Anónimo dijo...

Así lo veo, eres imprescionable, por ello no te contaré como mueren los peces y pollos que a veces comes.

Que pena que las plantitas, estando vivas, no se puedan quejar.

Pero entiendo tu postura, no ha todos les gusta la fiesta de los toros, es dura, es cruel en cierta forma, pero es. Como alguna vez le escuché a un torero, te gusta o no, no hay punto medio.

Nos leemos.

Amorexia. dijo...

Triste sue;o, pero triste realidad la que sustenta.
Los humanos somos el meno civilizado de todos los animales.

Saludos a deshora.

Excelente post para meditar.

Miguel Rodríguez dijo...

No me gusta la fiesta brava.
Tampoco pensar en el fin de muchas de las cosas que como.
Hay cosas que prefiero no pasen por ese hemisferio.

Saludos, te visito siempre.

Rolando Escaró dijo...

aunque no soy vegetariano,no estoy de acuerdo con el maltrato animal convertido en espectaculo,me parece lo más cobarde que existe

Miss Julia dijo...

Caro rastro, no soy la única señorita a la cual le gusta The Smiths, menos mal, porque es un excelente grupo. Por otro lado, lamento informarte que me son sumamente atractivos los seres sangrientos, pero ya tengo quien me muerda.

Peregrino, tan naif no soy, cuatro años ya de aqueste sueño, muchas cosas he tenido que aprender para explicarme a mí misma lo que hago, ahora, no peque de protector con el asunto del dolor de las plantitas; ya pues, somos parte de una cadena, equilibrada y circular. No pretendo hacer proselitismo sobre el no consumo de carne, pero sí, sobre el estado energético de lo que adentramos en nuestro cuerpo, animales como la res o el pollo han sufrido una crianza dolorosa y maltratada, a diferencia de los peces que crecen más libremente en su hábitat; por otro lado pienso en la conexión que teníamos los humanos con los animales que íbamos a cazar y comer, realizábamos rituales que le pedían al espíritu el dejarse cazar, no sé, había un respeto y agradecimiento por lo que el animal nos ofrecía con su carne y su piel, digamos que una mirada a esa naturaleza primigenia del hombre con sus alimentos no está nada mal para traerla al ahora.

Miss Julia dijo...

Hola amorexia, es cierto, los humanos somos los menos civilzados de los animales, pero lo que nos salva, es que los humanos podemos elegir el cómo queremos ser. Un beso y te leo.

Dueño de los Cajones, eres también visita constante en mis ratos de webeo, me encantó el post sobre la generación beat, Niño de Guzmán, Antonio Cisneros, Ampuero y esa generación se ha visto muy influenciada por los poetas beat. te leo tres veces. Abrazos.

Digler, me he quedado admirada de la legión de féminas que te leemos, será por ea sensibilidad con la que escribes. A mí tampoco me gusta la fiesta brava, al menos no la que se desarrolla en un coso.

Anónimo dijo...

¿Miss, me estás toreando o me parece?

Dylan Forrester dijo...

Hola...
Como para meditar todo esto,eh.
Una vez un amigo soñó que unos tomates le decían: No, por favor, no nos comas...! y él que era tan vejetariano. El punto es que no podemos hacernos una doctrina alimenticia de todo aquello que bien o mal nos impresiona en esta vida.
Creo que debemos dar gracias a Dios por los alimentos que nos proporciona la naturaleza, siempre y cuando todo sea en buen plan, a buen gusto y nada en exceso, por supuesto.
Sé que tu posición es personal y respetable, pero aquí también me anime a compartirte la mia. Buen provecho!
Interesante blog.


Un abrazo...

Miss Julia dijo...

Así es, Jorge, es una decisión personal e intrasferible, jajajaja. Saludos múltiples.

Anónimo dijo...

Hola Julia,

bien por ti. Yo tampoco como carne roja desde hace mas de 15 anhos. Tengo 35 y en buena forma, saludable, y contenta con mi eleccion. La mayoria de la gente lo entiende y si no, bueno alla ellos.

Imberbe_Muchacho dijo...

no me gistan las corridas de toros, perdidas de tiempo y estupidez colectiva... tu postme inspiro y escribir otro, pero un toque mas chistoso

yto si como carne roja

Cesar De María dijo...

He tenido un sueño tan fuerte ayer que me acordé de tu toro y volví para comentar. Nada más. No entro en detalles solo para que nadie sufra lo que sufrí yo, un abrazo!

doctorcito dijo...

julia.
estoy encandilado contigo .
se que eres linda debe ser porque eres vegetariana' no creo , la belleza te viene de adentro .
conozco a tu madre, la sra.fedora , trabaje con ella en el museo de pueblo libre , ella no me conoce tanto yo a ella, es muy culta.