martes, 13 de noviembre de 2007

La peculiar historia del joven ostra



Yo me pregunto hasta dónde puede llegar el humano, respecto a todo: al conocimiento, al amor, a la magia, a la oscuridad que nos acompaña siempre siempre. Han habido veces, en la que me he sentido vivir entre en el límite de la locura, del goce, de lo sublime, de la mierda, hasta del asesinato (jajaja, no creo que mate a alguien por ahora) y la normalidad; dándome una idea todo esto de hasta dónde yo puedo llegar. Una de las cosas que recuerdo como una de las más borderline de mi vida (que me disculpen los puristas por el término), fue cuando me enamoré con absoluto y embriagante frenesí de un chico que no conocía, que no me fue presentado duarnte mucho tiempo, mientras mi amor por él bullía en mis adentros cada vez más y más. A él tan sólo lo veía caminar de vez en cuando, casi siempre cuando el sol bajaba, a eso de las 5 y 30 de la tarde, él estaba con su pañuelo de batik alrededor del cuello, con su cabello castaño incendiado por la tarde, su paso liviano y lento, sus dientes graciosamente torcidísimos, su tez pálida de dama del romanticismo y sus ojos...ahh, sus ojos, eran puñales de esmeralda, tan dulces y tan fuertes. Yo estaba en el murito del tambo (un espacio en donde los del TUC recibíamos nuestras clases, y espero que los aún alumnos dejen de utilizar en pos de las no lesiones de rodilla) cagándome de risa como siempre entre clases, con todos los compañeros, haciendo jueguitos y cojudeces divertidas; como la competencia de quién tenía más elasticidad, y de pronto, creo desde que él se avisoraba en el tontódromo, yo sentía una pulsación en el pecho, el ambiente se tornaba aletargado, casi narcótico y eran entonces mis ojos los que se daban un festín con su presencia, lo seguía paso a paso, tratando de respirarlo, de adivinar cómo iba a reaccionar su polo con el viento, y...ay dios mío, y... esperando que se volteara y me mirara, hiciera una conexión surrealista, casi celestial, se diera cuenta de que el amor me invadía los pulmones, la columna, en fin, mi cuerpo todo, sintiendo él una llamarada fulminante de devoción por mí y se acercara con los labios entreabiertos (uy, aunque dejando sus dientes al descubierto, no importa), batiéndose su pañuelito con el viento y me besara como en la película De Aquí a la Eternidad.

Yo creo que cuando lo ví por primera vez, simplemente me gustó; por qué después ese hombre me generó tantos sentimientos es historia mía, entran a tallar varias cosas; primero, él fue fortuitamente, el depositario de ese amor que tanto quería entregarle a alguien, tangiblemente, por supuesto, pero como no me atrevía a amar verdaderamente, que no significa que no haya amor de verdad, él (ni siquiera él, sino su presencia), fue en quien recayó esa amplia capacidad de alguien discapacitado; segundo, yo estaba estudiando teatro, me sumergía como una esponja en una en una serie de descubrimientos sobre mí, sobre las técnicas, sobre las teorías, cosas que no conocía, y él que viene de una famila de teatreros, siendo él mismo en ese entonces actor y después director, representaba lo que yo quería tocar tan de cerca. Seguro hay otras razones que mi inconsciente no permite traer a mi consciente por cuestiones de vergüenza.

Recuerdo que uno de mis mayores entretenimientos era conversar con su espectro, me lo imagina abrazándome, tocándome el cabello, y vaya que su espectro era bien paciente, me escuchaba todito, se sumergía en mí, el muy noble, jajajajaja. ¿Saben que es curioso?, nunca me lo quise imaginar haciéndome el amor, lo pensé, pero no quise, porque sentía que entonces ya no era él, que eso era algo que lo materializaba, que se rompería mi secreto.

Después me di cuenta que tener a ese fantasma mucho tiempo a mi lado me haría daño, que no me dejaba serle infiel con los seres de verdad; definitivamente yo no quería eso para mí, quería amar a alguien que fuera cierto, qué bueno que empecé por mí misma primero. Así, que mi forma de exorcizarlo fue escribiéndole un poemario, sí uno completito, en donde se imprimían mis cuitas, mis pasiones, mis ideas y ficciones sobre él. Al muchacho en cuestión, ya lo conozco, algo muy lejano, un hola y chau, él no tiene idea de lo que me hizo padecer y gozar durante ese tiempo y menos, que tiene un poemario escrito en su nombre, es gracioso; ahora me he dado tiempo de revisar esos poemas ya desde otro ángulo, con afanes más literarios, quiero ordenarlo, depurarlo, ponerlo chachá para tener un poemario más, preparadito para cuando me anime a publicar, uno más de los que esperan, es que han habido fantasmas siempre, de diversa índole.

He pensado, envíarselo por correo a ese país en donde ahora vive, con una carta muy calmada, contándole; romper el secreto es decir, pero no, mejor no, mejor nos lo quedamos nosotros.

Finalmente, después de este muy saludable post, aquí me mando con el primer poema que corola esta obra, a él le llamo el joven ostra, pero el porqué le llamo así, se queda entre las bamabalinas de mis fantasmales encuentros.


joven ostra es el recuerdo del recuerdo del
martinar de una batalla con moraleja, si se me entiende

tan simple como un fantasma que se sienta en mis piernas rotas
pide un arrullo y le cuente cuántos universos viven en las aristas de sus dientes
le lave con mis lágrimas sus ojos de niño bautizado con traje marfil
le siembre en el cabello los relatos de estrellas que se crearon cuando nació de su padre la lupuna

fue recogido ya joven, arcoiris que le discurre por el cuello…
más de una veintena de lunas rotas y espacios vacíos se han allanado a sus pies de sonidos dorados y a sus mejillas envejecidas por sentir de más en esta ciudad que todo lo traga...


doy licencia a mi hijo carne sangre aliento a que viva
desde este momento
el joven ostra nace para padecerse de mí
ser mar que clama por reventar en la arena
ser eterno y narrar las vicisitudes que enfrentó cuando se exprimía entre mis brazos (entre mis tintas)

estos son los relatos de las heridas que aún sangran por su ser

2 comentarios:

Katya dijo...

te amo mucho Julia, me encantó el joven ostra, sigue contándonos historias para hacer más llevadera esta realidad a veces tan amarga.

Katya

Víctor Hugo Velázquez Cabrera dijo...

El 'teatro' nació en Grecia cuando se vió -por vez primera- pasar 'en procesión' un desfile consagrado a los dioses. Eso significó primero 'theatro':'lo visto pasar'. Eso significa 'theoría': 'procesión'. Eso es 'theorema':'lo visto, lo figurado en mi mente'.

Ver pasar alguna visión ya es poner en escena el juego correspondiente de emociones. Dice Paulinho da Viola: "você pasa dissipada na fumaça de seu orgulho".
Si el joven ostra pasó y por un largo instante -meses, años- estuvo bajo los reflectores de tu afecto, ya cumplio su designio: suscitar tu anagnórisis, apremiar tu catarsis.

Cumplió para ti amablemente lo que -con crueldad- hizo Safo para Alceo de Lesbos: salió del bosque de Artemisa cazadora y, suscitando su amor, lo despreció. Alceo, blanco de las burlas de amigos que lo habían visto todo, al recibir de ellos, arrojado a sus pies, un 'ostrakon' -tablilla de teja par escribir con estilete- conminándolo a la diatriba que lo vengue, sólo atinó a escribir: "Pura Safo, de cabellos violetas y sonrisa de miel"...

Deliciosa indiferencia, dichosa incuria, de los dioses desde su ostracismo: catalizar nuestro acrisolamiento interior -cuajo de los limpios rocíos del deseo- y estar ausentes del altar que con llanto y sonrisas erigimos.