sábado, 14 de mayo de 2011

La Tea Encendida

Hace casi más de dos años que no actuaba en el teatro. El año pasado la obra "Yo Río Profundo" me hizo regresar al teatro como dramaturga y directora, otras de las pasiones que tengo en este mundo de lo escénico, pero no hay nada comparable a estar en contacto con el público, frente a otros seres e interactuando con ellos, entregando tu energía y prestándote entera para el personaje y la historia. Cuánto le agradezco a la mamapacha, a diosit@ y a mi madre, el haber encontrado algo que me produzca tanto amor y pasión, también contrariedad, porque el teatro puede llegar a ser un drama, cuando te es esquivo o cuando no satisface tus expectativas o las del público. Mas ahora que estoy bajo el mando de mi querida maestra Marisol Palacios, me siento muy satisfecha por el grupo humano con el que comparto en Aeropuerto.

Llegué al teatro por Federico García Lorca, cuando era una adolescente y me leí toda su obra poética en la edición de sus obras completas que publicó Aguilar, tomo de la colección que había en la prolífica biblioteca de la casa materna, me parecía aburrido leer su teatro, pero al haber devorado su poesía, no puede detenerme y fue así que me regaló sus Bodas de Sangre, su Bernarda Alba, El Público, etc. Recuerdo nítidamente cómo me empapaba de la atmósfera de sus obras, de su aire gitano y romántico, de sus arranques pasionales y sus conflictos de principios y moral: Cómo me creía yo una hija más de Bernarda, lecerada en su alma, mirando através de las rendijas de su ventana, añorando la calidez de otro cuerpo; o me convertía en una mujer de vientre seco que sentía que su piel implosionaba con el fuego que la habitaba y que no se dejaba salir, o me soñaba retorciéndome en los brazos de algún un mozo gitano de piel mora.

Después vinieron otros descubrimientos, pero ese algo primigenio que creció despacito dentro de mí, se lo debo a ese maravilloso llamado Federico (sé que coincido con muchos teatristas más, incluyendo a mi entrañable maestro A. I.)

Aspiro a tener un ápice del grandioso talento de Lorca y ser dramaturga, directora y actriz hasta el fin de mis días en esta vida. Aquí mismo, en este tiempo y espacio. Aspiro a esa fortuna, a mi Barraca personal, mi deseo fervoroso es que sea así...

Teatro, encendiste mi tea, te amo...gracias.

Concolón a las casi quince lunas pasadas este escrito: También debo mencionar que Yuyachkani fue la piedra que hizo chispear el teatro en mí cuerpo de púber, mi madre me llevaba a ver su teatro. Mi primer recuerdo fue No me toquen ese valse...la silla de rueda, las camas colisionando, la batería, la mujer y el hombre envueltos en luz azul y sus voces. He visto casi todo el repertorio de los Yuyach, pero esta obra no le he querido volver a ver, me quedo el recuerdo nubloso de mis 12 años...me quedo con lo que encendió esa chispa.

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